La Apocalipsis no es algo que llegará en el futuro castigándonos por nuestro mal comportamiento.
La Apocalipsis ya está aquí, como algo inevitable.
Nosotros somos los zombies, que vamos hipnotizados por la vida, consumiendo lo que sea o quién sea que se atraviese a nuestro paso. Somos los androides respondiendo a programas que ni sabemos que tenemos instalados, robots que van en automático. El infierno lo vivimos cada día, siendo esclavos de nuestros impulsos mas primarios, presos de nuestros pánicos y ansiedades, y búsquedas incesantes de placeres que se agotan rápidamente. Vivimos cotidianos purgatorios en las burocracias, filas, ventanillas, cubículos, pupitres y transportes masivos. Estamos en guerra. Una guerra mundial de batallas verbales, virtuales, mercantiles, familiares. Invadidos por toda clase de agentes tóxicos y peligrosos, a los cuales ya nos hemos habituado hasta el punto de defenderlos y desearlos.
Nuestra existencia está repleta de toda clase de monstruos y fantasmas que nos mantienen insomnes y aterrados. En un estado de alerta permanente. Con toda clase de armas y defensas listas para el ataque.
Tememos un mañana catastrófico en el que estamos hace rato.
El gran evento final, no es uno allá distante. Uno que podamos evitar si corregimos el camino.
El final es cada día. Cada vez que despertamos a nuestra naturaleza verdadera, y podemos ver la ilusión de todo esto. Cada vez que reconocemos el juego que hemos creado y nos decidimos por uno nuevo. Cada vez que ponemos pausa y descubrimos que podemos cambiar de película. Cada vez que dejamos de cambiar en la pantalla, lo que se origina en el archivo original. Cada vez que pasamos de ser actores pasivos, a directores y creadores. Cada vez que dejamos de temer en el afuera, lo que existe en nuestro adentro. Cada vez que renunciamos a eliminar enemigos, porque nos damos cuenta que se regeneran y multiplican, y entonces más bien nos preguntamos a qué se debe su visita.
El final es cada instante que dejamos morir lo que ya no es. Que nos permitimos mudar de piel. Que hacemos duelo a lo conocido confiando en que otros mundos nos esperan cuando dejamos caer las costras y podemos ver la piel nueva que ha estado generándose bajo la capa dura y asquerosa.
El Apocalipsis es un final feliz.
Una caótica destrucción de todo lo que hemos creído real. Es el paso a una bienaventuranza que emerge cuando la luz que somos y que siempre hemos sido resplandece entre las tinieblas.
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