Cuando llegó la hora de ponerle precio a La Vía del Corazón se presentó un número con mucha claridad. No vino por la vía convencional, como era de esperarse. Sólo apareció, de la misma manera en que fue llegando todo el contenido de ese libro/juego y que es tan difícil de explicar.
Ese número luego estuvo sujeto a revisión, claro. Sometido a las lógicas que suelen acompañar esos procesos. Cálculos minuciosos de los gastos, desde los más tangibles hasta los más imposibles de mesurar. Números que se fueron acomodando como puedieron en unas formas predeterminadas. Que si el papel, que si las tintas, que sí el dorado de la portada y la calidad de cada elemento que le compone. Eso, es lo fácil. Luego estuvieron los procesos de edición, revisión, ilustración, diseño, impresión. Más retador que lo tangible, pero al fin y al cabo servicios que se han logrado disponer en unas tarifas más o menos aceptadas por el mercado. Costear el proceso creativo fue otra cosa. Las horas y horas que implica sentarse a organizar ideas que llegan en caos. Hacer de ello palabras y conceptos que tengan un sentido. Reescribir una y otra vez intentando una coherencia. Más si se trata de un invento que tiene un toque de locura. Atravesar las dudas, y los miedos, y abrir espacio en la cotidianidad para que esa creación tenga un terreno fértil para nacer. Mucho tiempo de vacío, de sentarse con la página en blanco, de empezar y volver a empezar para volver al mismo punto. Los terrores nocturnos previos a la publicación. Las meditaciones, rezos, retiros y experiencias diversas para dar libertad a la pluma, y ponerle límite a los fantasmas que intentan derrocar las certezas. ¿Cómo se cuantifica eso?
Ni que decir de ese saber, que aparece como ráfaga quién sabe de dónde, y todo lo que tiene que hacerse para no ser interferencia. O de la coordinación y gestión que implican materializar una idea en este mundo. O el reto de ser autora en este país. O la faena de traducir a un lenguaje más o menos comprensible temas como la no-dualidad, el ego, las dimensiones sutiles y nuevos paradigmas de la consciencia.
El número inicial entonces empezó a crecer. Intentando albergar todo eso que empezó a sumarse a la lista. Sustentado por supuesto por todas esas racionalizaciones tan propias de los negocios y la psicología del marketing -¡Valórate!, mira los precios de la competencia, el que quiere puede a fin de cuentas, el precio es un asunto aspiracional, ¿has visto cuánto gasta la gente en cosas menos importantes?, y un largo etcétera de razones muy sensatas que fueron dando redondez a un precio final que admite el margen para los juegos tan propios del mercado: las comisiones, los descuentos, las promociones de temporada, los regalos obligados a las personas clave.
Así llegó el lanzamiento, que suma por supuesto más ítems a la lista de costeo. Una lista que crece y crece y entiende uno entonces por qué la auto-publicación puede no ser tan buena idea. Sin embargo es bien sabido que ser autor, a menos que se llegue a los listados de bestsellers, no es negocio. Advertida estaba. El número entonces se mostró razonable. Un precio apenas justo para todo el camino recorrido hasta tener ese precioso objeto en mis manos. Ya entrados en gastos más me valía intentar seguir las reglas de lo que tantos me han dicho: ya esta inventado.
Y sí, no me quejo. Alrededor de 200 de las 300 unidades se vendieron en un año.Aunque la verdad el conteo no es muy preciso ya que hay copias dispersas por varios lugares. De todas maneas es una cifra que a mí, en mi torpeza comercial, me hace feliz.
Pero como el precio no es el número que apareció en el inicio, y no seguí la ruta que me mostraba Entereza, me he visto haciendo maromas para compensar esa diferencia. No porque no reconozca el valor, no se trata de eso. Más bien es que en los ensayos he descubierto lo que quizá intuía ya: precio no es igual a valor. Precio es precio. Un número que contiene cuantiosas variables, muchas de ellas invisibles. Que refleja infinidad de información de muchas dimensiones que intervienen en un intercambio que aunque por costumbre siempre nombremos compra-venta, no siempre lo es.
La Vía del Corazón pertenece a un nuevo paradigma. Fue creado desde lógicas que no caben en la razón. Su precio monetario es sobretodo un tiquete para entrar a un universo que no puede explicarse demasiado. Rendirme a lo que me ha ido proponiendo, ahora comprendo, es parte de lo que el mismo juego me plantea a mí.
$180,000 (pesos colombianos) es el número, que a partir de hoy que es mi cumpleaños entra en vigor.
Sin promociones, ofertas especiales, descuentos de temporada u oportunidades únicas.
Ese es el número y será el mismo hasta que se acaben las 90 y pico unidades que quedan.
A quién adquiera el juego por ese precio a partir de hoy (5/dic/2024) y me contacte por motivación propia, le regalo una lectura de la baraja.
A quién quiera envío a su casa dentro de colombia, se lo envió por $20,000 (pesos colombianos)
A quién no viva en Colombia o a quién prefiera, hay ahora una versión digital por $19.99 dólares en la plataforma con el libro digital en PDF incluido, que envío yo por correo.
Simple.
El corazón no tiene precio.
La vía del corazón es un juego y para jugarlo hay que pagar la entrada.
Quién quiera jugarlo lo sabrá y no tendrá problema en hacerlo.
¿Vale la pena? No lo sé. ¿Da garantías? No lo creo. ¿Da resultados? No siempre los que uno imagina.
Es infalible. Lo es. Porque quien se aventura a conocerse a sí mismo, no tiene pierde.
Hoy celebro mis 43. Y con ellos la libertad de ser quién he venido a ser. ¿Quieres jugar? www.viadelcorazón.com
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