Me gustan los libros de papel. La intimidad que voy creando con ellos cuando al pasar página por página voy entrando en su mundo, conociéndolos, descubriendo la personalidad que se revela en la tinta, en la tipografía, en el particular olor de cada tipo de papel, y la textura que refuerza el carácter de lo que cuentan las letras.
Me gusta verlos encontrar su lugar en el espacio. Admirar a los que vanidosos se exponen en mesas y estanterías, o hacerme digna de aquellos que se ocultan en cajones y rincones inaccesibles para mentes comunes. Me encanta verles encontrarme en el momento justo, y escaparse de mis manos cuando el encuentro es inoportuno.
Me gusta verles añejar, y contar su historia en cada mancha, doblez, anotación o página arrancada. Imaginar su vida a través de las huellas que el paso del tiempo le han dejado.
Me gusta arruncharme con las niñas y sentir que un encanto nos envuelve al abrir las tapas llenas de brillantes, colores y texturas que ponen en relieve la magia.
Me gusta el peso en la cartera. Esa forma sutil de recordarme que acá estoy, caminando sobre el suelo.
Hay algo irremplazable en la experiencia que ofrecen los libros de papel. Imposible de imitar con las más avanzadas tecnologías.
Así como es de irremplazable esa experiencia de ser humano. De estar en este mundo con un cuerpo.
Eso lo sabrás tú mejor que nadie papá.
Tú, que este año has estado más presente en mi que nunca, en esa dimensión en la que el tiempo y la distancia no existen y la mente no estorba.
Tu, que ahora sabes de la ligereza que da desprenderse de esta materialidad que a veces pesa y duele tanto.
Tú, que ahora accedes al Todo sin tener que pasar por el lenguaje de esta tierra, que frecuentemente nos confunde y complejiza la comunicación.
La muerte no es un fin radical. Eso lo sé. Y tu ausencia no la he sentido como ausencia, porque estás. Siempre estás.
Pero ya no eres ese libro en papel que siempre fuiste para mí. Sé también que los libros no pueden guardarse para siempre. Hay que dejarlos ir para que sigan su rumbo. Por fortuna yo ya sé que cada libro leído queda para siempre en el corazón y existe eternamente en la consciencia.
Papá, seguiré atesorando libros de papel y escribiré unos incluso. Seguiré dejándoles ir cuando sea su momento.
Y también aprovecharé intensamente esa lujosa oportunidad que tengo, mientras la tenga, de estar en este cuerpo humano y sus tantas experiencias irremplazables.
Y contigo, me encontraré ahora, de esta nueva forma intangible, que también y tiene lo suyo.
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