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No me gusta perder

Amado Niño

Te confieso que no me gusta perder. Cuando veo como los demás celebran su victoria, siento una punzada en la barriga y a veces hasta ganas de vomitar. Más cuando quién gana es de esas personas a las que le encanta presumir y echarme en cara su triunfo. Te confieso también que hay momentos que hasta quiero que algo malo le pase o que le roben su premio. Me gustaría que al menos por un instante, sienta lo que estoy sintiendo yo. Luego me siento mal por desear eso y por no ser una buena perdedora, pero esa es la verdad y hoy quiero decírtelo.


Porque no solo me pasa a mi. Sé que a ti también, y a muchísimas personas en el mundo, aunque nos digamos como consuelo que lo importante no es ganar, sino participar, disfrutar y aprender; o aunque finjamos una sonrisa e intentemos alegrarnos por los demás.

Y sí, puede ser que genuinamente nos alegremos de que alguien haya ganado y que de verdad hayamos aprendido, y disfrutado, y nos sintamos orgullosos de nosotros mismos.


Pero Amado Niño, eso no borra la frustración, ni la envidia, ni los celos, ni la vergüenza, ni la rabia, ni tantas otras emociones indeseables que se nos despiertan, cuando alguien tiene toda la atención, y los aplausos, las medallas, las felicitaciones, los amigos, los likes, el éxito, los juguetes, el teléfono de moda, la fuerza, la belleza...


Pareciera que nada puede quitar ese agujero enorme que se abre, ni calmar ese ardor que nos quema, cuando alguien más obtiene algo que nosotros queríamos demasiado.


Escúchame bien, porque esta es la clave secreta: Todas esas terroríficas emociones y sensaciones nos señalan algo que no hemos querido ver:


…un deseo intenso que tenemos, pero que creemos que nunca vamos a poder cumplir.


Para nuestra mente es mas fácil odiar a nuestro contrincante, que aceptar que nos sentimos incapaces, inseguros o incluso avergonzados de querer algo con tantas fuerzas.


Cuando somos muy pequeños ¡nos sentimos capaces de cualquier cosa! Podemos decir lo que nos gusta sin ningún problema. Quiero un helado de chocolate, quiero ir a la luna, quiero ser tu amigo, quiero quedarme en casa y no ir al colegio, quiero un abrazo, quiero hacer popó, quiero la colección de carros, quiero gritar, quiero la espada mas grande del mundo, quiero ser cantante.


Y vamos creciendo y el mundo nos va diciendo ¡no! Eso no es correcto, eso te va a hacer daño, eso no se dice en público, eso no es posible, eso no es para ti, tu no eres tan bueno en eso, eso no es inteligente, eso no es elegante….


Aprendemos entonces que lo que queremos está mal. Empezamos a querer lo que es bueno querer. Lo que quieren las personas que admiramos. Lo que las personas que queremos quieren que queramos.

Y así vamos enterrando nuestros deseos en un cofre que dejamos olvidado.


Entonces, llega un día alguien y ¡nos roba nuestro deseo! Algo adentro muy adentro lo ve, y lo reconoce, y despierta eso que llevaba mucho tiempo dormido… Un monstruo de mil cabezas que quiere eliminar al enemigo. Hacerlo desaparecer para no tener que sentir todo esto. Quitarle lo que nos robo. Ganarle. Obtener algo aún mejor.

Pero así lo logremos, un agujero sigue adentro. No podemos conseguir sentirnos bien.


Amado Niño,


Después de muchas carreras, e intentos y de muchos esfuerzos inútiles, después de muchas peleas, de muchas pérdidas y ganancias, he descubierto que en ese cofre de deseos, en realidad solo hay uno disfrazado de muchas otras cosas:


El deseo de ser uno mismo y ser amado así como uno es.

Poder expresar nuestra verdad del alma, compartir nuestros talentos, mostrar nuestra belleza y grandeza, hacer lo que nos llena de gozo, vivir auténticamente sin tener que fingir ser algo distinto, o parecernos a alguien más. Amar y ser amados con esa libertad.

Sin creer que ante el primer error o desacierto nos quedaremos solos, aislados, burlados y humillados. Sentados en la banca de los excluídos.


Cuando descubrí esto, supe que ya no tenía que seguir compitiendo contra mis contrincantes, ni luchar contra mis enemigos. Esto me quitaba mucha fuerza y alegría. Me robaba todo mi poder.


Lo único que tengo que hacer, es usar toda esa energía en desenterrar el cofre de deseos y dedicar mis días a cumplir mis sueños, quitarme de encima todas las cargas y ataduras que me paralizan, y llenar esos agujeros con el gozo y el amor que fluyen infinitamente de todo el universo, cuando tengo la mayor valentía de todas:


¡SER YO MISMA!



 
 
 

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