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Foto del escritorAna Maria Constain

Relaciones Tóxicas

Amadas V. y L.


Algunas veces en la vida, nos damos cuenta que hay relaciones que no nos hacen bien. Aunque queramos mucho a una persona, estar mucho tiempo con ella nos hace daño.

Ya sea porque cuando estamos juntos la mayor parte del tiempo peleamos, discutimos, decimos cosas hirientes, nos maltratamos, nos sentimos incómodos e irritados.

… O simplemente porque con ese alguien, no podemos ser nosotros mismos.

Con algunas personas tenemos que callar nuestras opiniones, o fingir que estamos de acuerdo, y a su lado tenemos miedo a equivocarnos. Para poder estar juntos, dejamos de hacer lo que nos gusta, y sentimos miedo de expresarnos libremente. Puede ser que no le demos demasiada importancia, porque esa relación es tan importante, que preferimos eso a pelearnos y no poder volvernos a ver.


Pero con el tiempo empezamos a notar que después de estar con ese alguien, nos sentimos cansados, con un gran peso en la espalda como si lleváramos al mundo a cuestas. Y entre más tiempo pasa mas vamos perdiendo la fuerza y la alegría.


Otras veces puede pasar que nuestro encuentro genere una reacción nuclear. Estallamos de ira; pareciera que un monstruo despierta dentro de nosotros. Siempre que nos vemos pasa algo problemático. Como si fuéramos un imán de eventos catastróficos. Nos damos cuenta de que al estar juntos perdemos nuestro poder o nuestra calma.


Pero la idea de alejarnos nos duele aún más. Nos parece imposible imaginar una vida sin la presencia de él o ella. Porque aunque no la pasemos tan bien juntos, hay muchos hilos que nos unen, y que a veces parecen estar amarrados con nudos ciegos imposibles de desanudar. Y así intentemos distanciarnos, hay una atracción como de un imán muy potente que nos vuelve a reunir.


Amadas niñas,


En otro momento les habría dicho que tienen que hacer el esfuerzo de alejarse. Que eso se llama una “relación tóxica”, y que uno tiene que irse de donde no se siente bien.


Hoy, no puedo decirles eso. Porque he aprendido que no hay nada tóxico en sí mismo. Ni las relaciones, ni las personas, ni nada. Lo tóxico es la reacción que se produce en el encuentro.


El veneno de un alacrán puede ser mortal, pero también puede ser la cura! Todo depende de la dosis y de la forma en que se usa.

Así que más que un asunto de alejarnos de lo que nos hace daño, es más bien un asunto de encontrar la dosis y la aplicación adecuada.


Todos los que hacemos parte de la naturaleza, ( si, incluidas las personas!), tenemos una razón de ser y de existir. No hay nada, ni nadie que sobre. Aunque algunas cosas no nos gusten y prefiriéramos que no existieran, como las cucarachas, o los molestos mosquitos, o la lluvia cuando estamos en el parque. Quisiéramos eliminar a los ladrones, o al niño que molesta en clase, o a esa amiga que siempre nos dice cosas que nos hace sentir mal.


Pero todos somos parte de una maravillosa creación, y todos somos necesarios para que haya un equilibrio. El problema es que ese equilibrio se rompe cuando queremos controlar las cosas a nuestro antojo.


Así, matamos a las arañas, que atrapan a las moscas.

Si, me dirán, pero ¿qué tiene que ver el ladrón con todo esto?

Eso es un poco mas complejo. Pero ese ladrón que roba, también lo hace por un desequilibrio de nuestra sociedad. Algunas personas quieren controlar toda la riqueza del mundo y quedarse con más de lo que necesitan y eso hace que haya un desbalance.

Ese ladrón, no es solo un ladrón. Es también una persona. Una persona valiosa que tiene muchas cosas que aportar al mundo y de la que podemos aprender. Por ejemplo, cuán codiciosos podemos ser a veces.


El punto importante acá es que no podemos simplemente deshacernos de algo que nos molesta, sin crear un desequilibrio.


¿Eso quiere decir que tenemos que quedarnos en relaciones que nos hacen daño?

¡Por supuesto que no!


Comprender esto no quiere decir que tengamos que dormir con alacranes en nuestra cama. Podemos fumigar el borde de la casa para que no entren y dejarlos vivir felizmente en el jardín, al menos mientras aprendemos a convivir y comunicarnos con ellos de otras maneras.


Es decir que tenemos que aprender a poner cada cosa en su lugar, y buscar de nuevo un equilibrio.

Para eso hay que aprender un arte muy importante: El arte de poner límites.


Si algo nos hace daño, podemos tomar una distancia. Como cuando Sara tuvo que pedirle a su tía que le cuidara el gato porque resultó alérgica a su pelo.

Ella lo visita solo a veces, para evitar enfermarse.

O como cuando ustedes eran alérgicas a la leche y no podíamos tener en casa ningún alimento lácteo. Con el tiempo crecieron y ahora podemos comer helados.

Eso es un límite. Decidir qué entra en nuestro cuerpo o en nuestro espacio personal. Decidir también en qué momento. Cerrar la puerta de su cuarto cuando quieren estar solas para calmarse, es otro ejemplo de límite.


Entonces, con las relaciones que nos hacen daño, podemos usar el arte de los límites.

Saber qué dosis es buena y cual es la correcta aplicación.


Quizás con un amigo solo podamos pasar una tarde en el cine y eso sea suficiente, y con otra amiga prefiramos pasar unas vacaciones enteras. Un familiar puede ayudarnos con las tareas, pero no aguantaría un concierto de rock.


Esto no es siempre igual. Cuando eran chiquitas querían estar mucho con mamá y papá. Ahora que están entrando en la adolescencia, la dosis de papá y mamá tiene que ser menor!

Si aceptamos que todo cambia, y que todos somos diferentes, las relaciones son mas fáciles. Si aprendemos a poner límites podemos elegir mejor con quién y cuándo queremos compartir cada momento. Dejamos de forzar las cosas, que es cuando todo se desequilibria y empieza a hacernos daño.

En algunos casos, la separación definitiva es inevitable. Hay cosas que simplemente ya no pueden ir juntas por más tiempo. Como ese pantalón favorito que se les quedó pequeño.


En esos casos amadas niñas, cuando la relación dejó de tener sentido, un adiós llega, con el dolor que implican los finales. Pero aunque la relación termina, hay un vínculo en el corazón que es eterno. Incluso con esas personas que jamás volvemos a vernos, hay un lugar mágico y misterioso en donde todos estamos unidos. Entonces podemos cerrar los ojos, y recordar a esa persona, y saber con mucha certeza que el amor nos une a pesar de todo, y sentirnos cerca aunque no podamos estar ya en el mismo lugar. __________

Próximamente... Amadas Hijas: Cartas a la infancia desde el corazón.



Imagen en colaboración de @mprubiorojas

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