La acción es la que crea en el mundo de la materia todo lo que hemos soñado, percibido e imaginado en otros planos más sutiles. Es en la acción en donde está nuestro libre albedrío. Con las acciones que elegimos, decidimos qué de nuestro destino, pasa a ser parte de nuestra realidad. Una acción muy simple, genera un movimiento inmediato en nuestra realidad concreta. Para bien y para mal.
El asunto es que no siempre elegimos nuestras acciones. No conscientemente. La mayor parte del tiempo nuestras acciones, siguen impulsos inconscientes. Son actos automáticos que obedecen a programaciones aprendidas. Reacciones que se desencadenan al activarse emociones y memorias de las que no podemos dar cuenta. Respuestas inmediatas a cadenas de pensamiento que van a una velocidad casi imposible de detectar. Somos esclavos de nuestras acciones. Lo cierto es que tenemos poca voluntad y mucho menos libertad.
Para crear la vida que queremos, hemos de elegir nuestras acciones conscientemente.
Parar esa cadena de impulsos, pensamientos, emociones, y energía que en automático nos hace funcionar día a día. Entrenar nuestra voluntad, aprender a parar la inercia que con la fuerza de los hábitos y costumbres elige por nosotros la vida que en algún momento parecía tener sentido.
Actuar con plena consciencia es reclamar nuestra soberanía. Es asumir nuestra libertad y descubrir la magia de la que somos portadores.
Pequeñas acciones cotidianas son las que van creando la realidad.
Estamos en el mundo de la materia. En el mundo de la acción.
Sin acción todo se queda en potencial.
Sin acción consciente estamos sujetos a una realidad elegida por alguien más.
La acción alineada con la voluntad de nuestro Ser auténtico, tiene el poder de crear esa vida de nuestros sueños.
¿Cómo podemos actuar de esta manera?
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